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Todo apunta a que en 2024 se recuperarán las salidas a Bolsa en España y el resto de Europa. Algo que ocurrirá después de dos años de sequía interrumpidos solo por excepciones (2022 – Porsche, 2023 – Eurogroup, IONOS y Lottomatica).
Esto viene motivado porque las dificultades coyunturales se empezaron a resolver en la segunda mitad del año pasado facilitando algunos debut esperanzadores (Hidroeléctrica, thyssenKrupp nucera y Schott Pharma) y, sobre todo, animando a muchas firmas a comenzar con sus procesos preparatorios. Una tendencia que debe cristalizarse en los próximos meses, siempre que las condiciones macroeconómicas sigan ayudando. Por el momento, lo siguen haciendo al remitir la volatilidad, comenzar a controlarse la inflación y avistarse una potencial bajada de tipos por parte de la FED y el BCE.
Sobre esa coyuntura, ya se han completado cuatro salidas a Bolsa en Europa en lo que llevamos de año, entre ellas la privatización del aeropuerto de Atenas, la OPV de Renk, el fabricante de prismáticos militares Theon, y la OPV de Air Astana, aerolínea de Kazajistán, que combinó el interés minorista e institucional y demostró otra vez que los países emergentes están de moda entre los inversores.
El comportamiento de estas compañías ha confirmado que el engagement y la receptividad inversora han mejorado. Por tanto, se espera que entre abril y junio pueda cristalizar una ventana de oportunidad, aunque los inversores siguen siendo escépticos sobre determinadas compañías que manejan valoraciones demasiado altas. Se añade, además, que muchos fondos llevan más tiempo del previsto en ciertas empresas, y acumulan la presión por alcanzar su salida en los plazos que suelen exigir sus inversores.
A diferencia de lo ocurrido hace tres o cuatro años, cuando las tecnológicas copaban la mayor parte de salidas a Bolsa, este repunte debería ocurrir con un pipeline repleto de compañías mayoritariamente tradicionales. Un abanico que se complementa con movimientos entre empresas familiares en pleno relevo generacional que quieren ordenar el proceso y mantener el control. Todo ello siempre que se aporten cash-flows predecibles y perspectivas de crecimiento recurrente.
Lo que parece evidente es que, en muchos de esos casos, siguen sin darse las condiciones para operaciones de M&A, sobre todo en las que conllevan apalancamientos elevados. Con todo, cualquier candidato procedente del private equity contemplará el dual-track como su caso base. Lo normal ahora es que sea la pata de M&A la que pueda caerse, y en ese caso se optaría por la salida a Bolsa. Hace un bienio sucedía justo al revés. Confiemos en que el mercado lo refrende pronto.
Javier Pollán.
Responsable de Equity Capital Markets de Citi para España y Portugal