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El informe integrado debe alzarse como el documento madre de toda entidad cotizada. El texto que vertebre la comunicación con todos y cada uno de los stakeholders de la compañía. Debe ser la fuente del equity story de la entidad, actualizado y actualizable para la comunidad financiera.
A raíz de la crisis económica, vincular mejor las decisiones de inversión, el comportamiento empresarial y la presentación de informes se ha convertido en una necesidad global. Las empresas necesitan una evolución en el sistema para informar, facilitar y comunicar las mega tendencias sin la complejidad de los requisitos actuales de información.
Se han creado informes integrados para mejorar la rendición de cuentas, la gestión y la confianza, y para aprovechar el flujo de información y la transparencia de las empresas. Unas cuestiones que la tecnología ha aportado al mundo moderno. Proporcionar a los inversores, y al resto de stakeholders, la información que necesitan para tomar decisiones más eficaces de asignación de recursos, facilitará un mejor rendimiento de la inversión a largo plazo.
Se han creado informes integrados para mejorar la rendición de cuentas, la gestión y la confianza, y para aprovechar el flujo de información y la transparencia de las empresas
Posiblemente la mejor forma de entender lo que aspira a ser un informe integrado es observando algunos de los ejemplos que hay en España. El propio IIRC destaca en su academic database, como mejores prácticas, las de Iberdrola, Ferrovial e Indra. Hoy son más de 1.600 organizaciones en 65 países las que hacen un informe anual integrado siguiendo el marco del IIRC y que, por tanto, comunican de forma transparente la información relevante de sus compañías y su impacto en la sociedad, mostrando su narrativa de creación de valor a corto, medio y largo plazo. De esta forma, cada uno de sus grupos de interés puede confiar en la información y tomar decisiones.
¿Qué caracteriza a los informes integrados? Lo primero es que el Consejo de Administración de la compañía debe reconocer su importancia y garantizar su integridad. Atrás quedan los tiempos donde se presentaba al Consejo el informe de sostenibilidad, sin tan siquiera aprobarlo posteriormente. En la actualidad, se piden responsabilidades plenas sobre la información de los temas ambientales, sociales, éticos y de gobierno.
En segundo lugar, el informe integrado debe describir tanto la estrategia de la compañía, como su generación de valor en el corto, medio y largo plazo. Un informe integrado debe indicar cuáles son los principales grupos de interés; los temas que les preocupan; cómo la organización dará respuesta a cada uno de ellos; y sus implicaciones en la creación de valor en el tiempo. Esto, en el argot de reporting, se llama materialidad. La información ha de ser concisa, fiable, consistente en el tiempo y comparable.
Echemos un vistazo a los contenidos a los que debe dar respuesta el informe integrado:
Estamos convencidos de que, según avance el movimiento del integrated reporting, veremos menos y mejor información de las compañías. Y también sabemos que, a mayor concreción, eficiencia y coordinación, la dificultad de elaboración de la misma será menor.
No se trata de que el informe integrado sea un informe más (integración de informes), sino todo lo contrario. No debe ser una foto fija publicada seis meses tras cerrar el ejercicio. Debe parecerse más a un equity story vivo para inversores que a un tick the box de compliance.
El informe anual integrado busca transparencia, protección, creación de valor y proyección de futuro para los grupos de interés de una organización.
Es muy reciente, pero es difícil encontrar a algún responsable que no vea su lógica estratégica. Ahora bien, pobres de los coordinadores de este ejercicio en las grandes compañías que dentro del área Financiera Contable o incluso de Investor Relations estén pasando especiales dificultades con una tendencia todavía incipiente, pero que cuenta con todos los avales necesarios para convertirse en el estándar de reporting corporativo. Pura transparencia con mayúsculas y por ende pura elegibilidad.
Autores
Tomás Conde