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La industria farmacéutica europea y española se enfrentan a un posible aumento de costes -con la consiguiente presión al alza en el precio de los medicamentos-, a un incremento del riesgo de desabastecimiento y a una reubicación de las inversiones tras el acuerdo alcanzado en julio de 2025 entre Bruselas y Estados Unidos, que puso fin a más de tres décadas de exención arancelaria al fijar un tope del 15% para los medicamentos de marca. Estas medidas, unidas a la estrategia de precios estadounidense, lastran la competitividad del sector: podrían generar un sobrecoste anual de entre 13.000 y 19.000 millones de dólares para la industria europea (entre 11.200 y 16.400 millones de euros), según cálculos preliminares, y comprometer el acceso de los pacientes a tratamientos innovadores. Así se recoge en el informe “El impacto de los aranceles en la industria farmacéutica”, elaborado por el área de Healthcare de LLYC.
La reciente amenaza de la Administración Trump de aumentar las imposiciones hasta un 100% si las empresas no establecen producción local en EE. UU. añade todavía más incertidumbre. De hecho, algunas farmacéuticas ya han tomado medidas. Rovi ha anunciado la compra de una planta en el estado de Arizona y Pfizer ha llegado a un acuerdo para reducir el precio de los medicamentos en el país.
A pesar de los riesgos, el informe también identifica oportunidades clave que podrían redefinir nuestra posición si se actúa de forma coordinada. El nuevo contexto puede ser el catalizador para la reindustrialización del sector en toda Europa y el refuerzo de la autonomía estratégica en la producción de medicamentos. Además, puede provocar la atracción de I+D y ensayos clínicos y el avance hacia una política común de precios y acceso a nivel continental.
El sector farmacéutico en España se encuentra en expansión y con una fuerte orientación internacional. En 2024, el país exportó productos a EE. UU. por un valor de 1.095 millones de euros. La imposición arancelaria podría afectar la competitividad y reducir la cuota de mercado, con potenciales efectos en el empleo.
“En estos momentos de gran tensión geopolítica y transformación regulatoria, si queremos que la industria farmacéutica siga innovando y que esa innovación llegue efectivamente a los pacientes, necesitamos marcos legislativos que ofrezcan incentivos reales. Solo de esta forma garantizaremos que el sector continúe generando inversión, empleo, crecimiento económico, y que siga apostando por nuestros países como plataformas de desarrollo”, afirma Carlos Parry, líder de Healthcare de LLYC en Europa.
En definitiva, la industria farmacéutica europea se enfrenta a una etapa de incertidumbre estructural. Aunque los aranceles estadounidenses representan un desafío importante para la industria farmacéutica europea, también pueden convertirse en un catalizador para impulsar la competitividad, la innovación y la colaboración dentro del sector, fortaleciendo su posición frente a futuros cambios en el mercado global. Solamente una respuesta unificada permitirá mantener la competitividad de la industria farmacéutica europea, concluye el informe.
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