Lo que aprendimos de Gustavo Cisneros y José Antonio Llorente

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14 Nov 2024

Gustavo Cisneros ha sido uno de los empresarios más relevantes del mundo hispano y de Estados Unidos de los últimos cincuenta años. Heredó de su padre un importante grupo empresarial en Venezuela, pero su optimismo y su insaciable curiosidad le llevaron a expandirlo por toda América Latina, Estados Unidos y buena parte de Europa. En este proceso hizo frente a toda clase de dificultades, entre ellas algunas de carácter político debido al auge del populismo en su país. Pero, a pesar de ello, consiguió su propósito: crear una empresa sólida en muchos sectores de la economía —del embotellado de bebidas a la televisión o el turismo— y, al mismo tiempo, tener un impacto positivo en la sociedad por medio de la inversión en sostenibilidad, la educación o el arte.

Cisneros murió el 29 de diciembre de 2023. En los años previos, José Antonio Llorente, el fundador de LLYC, y él habían colaborado empresarialmente y se habían hecho amigos. La revista Forbes pidió a este último que escribiera un obituario de su amigo. Fue un texto emotivo y memorable. “Gustavo no era una persona normal y corriente, por supuesto que no —escribió—. Era una persona especial, como tocada por una magia que le hacía ser arrollador, persuasivo, divertido, vendedor, inspirador en cualesquiera de las situaciones que vinieran por delante”. Lo cierto es que muchos de esos adjetivos se podían atribuir también a Llorente. Es poco sabido, por otro lado, que este necesitó ayuda para escribir el artículo, porque se encontraba gravemente enfermo y, de hecho, este homenaje a su amigo fue uno de sus últimos actos. Falleció el 31 de diciembre. Ese mismo día, la revista publicó el texto.
 

En esta conversación distendida y conmovedora, Adriana Cisneros y Alejandro Romero abordan la amistad de sus predecesores y sus lecciones sobre el liderazgo y el impacto social.

 
Adriana Cisneros sucedió a su padre como CEO del Grupo Cisneros, y Alejandro Romero es hoy el CEO Global de LLYC. Ambos trabajaron durante mucho tiempo con sus predecesores y les conocieron profundamente, tanto en lo personal como en lo profesional. En esta conversación distendida y conmovedora abordan la amistad de Cisneros y Llorente, los rasgos que les permitieron convertirse en los singulares y exitosos líderes que fueron y la importancia que dieron al impacto social de sus empresas. Pero, dado que el tema de este número de la revista UNO es la polarización social en la que vivimos, destacan uno de los muchos rasgos que compartían: su capacidad para escuchar opiniones diversas y su vocación para establecer puentes entre personas y naciones.
 

EL LIDERAZGO CURIOSO

 
Adriana: Es una genialidad que estos señores, a su edad, decidieran convertirse en mejores amigos. Creo que decía mucho del tipo de persona que eran ambos y de lo que tenían en común. Eran muy curiosos, siempre estaban dispuestos a entender los puntos de vista de los demás, lo que pensaba la gente, fuera vieja o joven. Y creo que de ese entusiasmo procedía su amistad, que era genial y dinámica, estratégica en algunos momentos, pero sencilla y divertida la mayor parte del tiempo. Creo que esa apertura a la posibilidad de algo nuevo definió su liderazgo. En mi papá estaba la curiosidad, el optimismo, querer estar siempre al tanto de todo lo que está pasando en cada momento. Pero José Antonio era igual. Eran los viejos más jóvenes que conocíamos. Alejandro y yo siempre nos reíamos porque cuando nos tocaba trabajar con ellos siempre estábamos exhaustos. Eran los primeros en llegar a la reunión y los últimos en irse de la fiesta, y se les ocurrían diez veces más ideas que a nosotros. Alejandro y yo siempre nos reíamos. Porque en cierta manera era a nosotros dos a quienes les tocaba atajar el torrente de iniciativas de mi papá y José Antonio. Y en parte por ello heredamos esa amistad.

Alejandro: José Antonio y don Gustavo eran hombres modernos. Este estaba a la última de lo que pasaba en Facebook o cómo funcionaba Twitter o X. Por supuesto, José Antonio tenía una personalidad digital muy desarrollada. Pero, dado el tema de esta revista, también hay que destacar su capacidad de entenderse con los dos lados, incluso con los dos extremos. Don Gustavo podía verse con Barack Obama y con George Bush, con Donald Trump y con Bill Clinton, con Felipe González y con José María Aznar. La mejor manera de evitar la polarización es tener la capacidad de dialogar y de entender los dos lados. Algo parecido aprendí de José Antonio. Hay pocas personas que hayan tenido su capacidad de escuchar, y para evitar la polarización hay que tener la capacidad de convocar a los dos extremos. En las casas de don Gustavo y de José Antonio podían estar los dos. La virtud está en el equilibrio, y el equilibrio es el punto medio. Yo he aprendido eso para mi liderazgo.

Adriana: En mi papá también había una cuestión de empatía. Podía aterrizar en cualquier país y sabía que podría lograr las conexiones y montar los negocios y entender el mercado. Supongo que eso, la capacidad de viajar por todo el mundo, también tuvo que ver con el éxito de José Antonio. Quizá fuera un rasgo genético: mi abuelo podría haber decidido convertirse en el rey de Venezuela, pero pensó que Venezuela se le quedaba pequeña. Eso pasó a ser parte del ADN del grupo. Nunca nos hemos sentido restringidos por las fronteras. Pero lo de las fronteras es complejo. A veces me llaman socios o amigos americanos y me piden consejo sobre cómo expandir sus negocios en Latinoamérica. Es un error. Es como si yo dijera que quiero expandirme en África. Es decir, tú puedes tener una estrategia global, pero la estrategia tiene que ser al mismo tiempo hiperlocal, y una cosa tiene que estar atada a la mano de la otra. Creo que de comprender eso vino muchísimo el éxito de las cosas internacionales que hicimos.
 

Para evitar la polarización hay que tener la capacidad de convocar a los dos extremos. En las casas de don Gustavo y de José Antonio podían estar los dos. La virtud está en el equilibrio.

 
Alejandro: Don Gustavo te trasladaba la idea de que el mundo es pequeño y se puede desayunar en Nueva York, comer en Panamá y cenar en Buenos Aires. Recuerdo la presentación de su primer libro. Hacía dos conferencias de prensa al día, en dos países distintos. Ser ciudadano del mundo impulsó su visión de los negocios. José Antonio, en parte, lo aprendió de don Gustavo, quien rápidamente vio que la expansión natural de la compañía era por Latinoamérica, debido a que allí se habla español. Aunque no significaba que fuera a ser fácil, ya que resultaba muy difícil, para una compañía de comunicación de origen español era lo más lógico. Además, en el caso de José Antonio, destacaba su europeísmo y su defensa del concepto de Europa. Sin embargo, ambos compartían la firme convicción de que la inclusión, la diversidad y la multiculturalidad eran componentes esenciales para el éxito de sus negocios.
 

LA IMPLICACIÓN SOCIAL

 
Adriana: Ejercían una implicación social que en el caso de mi papá tenía que ver con una determinada idea de ciudadanía. Para él era una cosa muy sofisticada, no algo que alguien le hubiera dicho que debía ejercer por razones de posicionamiento. Y, además, tuvo la suerte de poder tener a mi mamá, Patricia Phelps, Patty, de socia intelectual. Él siempre lo enfocó en la educación. Pero también en otras cosas. Cuando entramos en un país para montar una operación tenemos un sentido del tiempo diferente del de muchas otras compañías. Nosotros por lo general nos quedamos en un país mucho tiempo. Y cuando eso sucede, cuando te levantas un día tras otro, tienes siempre los mismos vecinos. Cuando lo piensas en esos términos, estás dispuesto a invertir en el bienestar de tus vecinos y comportarte de una manera más adecuada.

En República Dominicana, por ejemplo, la Fundación Cisneros lleva quince años operando, pero yo recién empecé a construir el hotel Four Seasons dentro de Tropicalia, el desarrollo inmobiliario de Playa Esmeralda. Cuando conseguimos el financiamiento con el Banco Interamericano no solo nos dieron el puntaje más alto como proyecto en el ámbito social en la historia del banco, sino que no nos tuvieron que hacer ninguna recomendación de cómo mejorar prácticas de inversión social, lo cual nunca había pasado. Todos los negocios que hemos montado eran como mínimo de mediano plazo. Y eso nos ha obligado a ver cuál es nuestro rol y marca una gran diferencia. Somos lo opuesto de los mercenarios.

Alejandro: A mí me gustaría destacar cosas que habéis hecho como el canal @Clase, el primer canal de televisión educativa. O el caso de Miss Venezuela; probablemente no haya nada más frívolo en la sociedad de hoy que un concurso de belleza, pero le disteis la vuelta como algo aspiracional, que forma a personas que normalmente están en condiciones económicas desfavorecidas y obtienen un trampolín para ser artistas, presentadoras o líderes de su comunidad. El vuestro es un grupo en el que el impacto y la contribución social han ido siempre de la mano de los negocios.

La implicación social de Gustavo Cisneros tenía que ver con una determinada idea de ciudadanía. No era algo que alguien le hubiera dicho que debía ejercer por razones de posicionamiento.

José Antonio siempre fue muy sensible también a mundos que, además, compartía con don Gustavo. Los dos escribieron libros. Los dos coleccionaban arte, pero abrían sus colecciones a la gente para que tuvieran impacto cultural. Es algo de lo que uno aprende, pero no porque se sienten contigo a enseñártelo, sino simplemente porque puedes ver el impacto de estas actividades.

Adriana: Mi papá se empeñó en que yo fuera su sucesora. Era algo que a mí me parecía una pésima idea. Al final, decidimos tener una conversación estructurada durante tres años para que yo pudiera tomar la decisión, y cuando decidí hacerlo solo le puse una condición: que me tenía que dejar manejar también la Fundación. Le dije literalmente que la mitad de mi corazón late por los negocios y la mitad por la inversión social. Él no quería, porque sabía que el trabajo de la Fundación es muy grande y muy complejo, pero no le quedó otra. Fue una de las mejores condiciones que he puesto en mi vida.
 

LA INNOVACIÓN

 
Alejandro: Decía antes que eran dos personas modernas. En el homenaje a José Antonio alguien dijo que él era un renacentista. Yo lo relacioné con la idea de estar siempre innovando. Recuerdo una vez, cuando una persona de veinticinco o treinta años se quejó de que nacía una nueva red social, Threads, para competir con X. ¿Habría que añadir el estrés de atender una red más?, dijo. Y José Antonio contestó: “Dale cariño”. Es decir, un hombre de sesenta y tres años, que obviamente no era un nativo digital, le decía a un nativo digital que le prestara atención y le dedicara tiempo a una nueva red por si esta era en el futuro más importante que X. Transmitía constantemente esa idea de: “Bienvenido al mundo de hoy”. Había que probarlo todo.

Adriana: El tema de la innovación es de los más complejos para cualquier grupo empresarial que tiene tiempo existiendo: mantener la disciplina para seguir innovando. Es complicado. La gente se pone cómoda, los líderes envejecen. Nosotros hemos sido siempre superinnovadores excepto durante un periodo de unos quince años. Cuando Hugo Chávez ganó y se convirtió en presidente, declaró a mi papá enemigo número uno del Estado. Chávez se montaba en las famosas cadenas y nos atacaba a diario como grupo, como familia y a él personalmente. Recibía amenazas de muerte diarias. Ahí se tomó la decisión de irnos como grupo a Estados Unidos y establecernos en Miami. La transición fue muy complicada. Hubo que construir unos estudios de producción en Florida para cumplir nuestro contrato de Univisión. Nos llevamos a nuestros ejecutivos y hubo que encontrar oficinas, colegios para los niños de los ejecutivos, etcétera. Ese momento fue cuando empezaron a hablar conmigo y yo me di cuenta de que el grupo había estado tan enfocado en sobrevivir que el tema de la innovación se había dejado totalmente descuidado. Es muy difícil intentar sobrevivir e innovar al mismo tiempo. Entonces me di cuenta de que, una vez establecidos en Estados Unidos, y tras haber logrado sobrevivir, teníamos que volver a innovar, innovar e innovar. Ahí es donde entró la revolución digital.

Lo interesante de mi llegada no fue que yo fuera particularmente inteligente o innovadora, sino que representaba la llegada de unos ojos frescos. Dije: “Todos los canales de televisión están haciendo esto. Hay oportunidades diferentes. Tenemos que cambiar el mindset”. Y hubo receptividad. Volvimos a ser innovadores.
 

El tema de la innovación es de los más complejos para cualquier grupo empresarial que tiene tiempo existiendo: mantener la disciplina para seguir innovando. Es complicado.

 

EL OPTIMISMO ESTRATÉGICO

 
Adriana: Tanto José Antonio como mi papá eran personas optimistas. Y el mundo está dividido entre quienes lo son y quienes no lo son. Era el optimismo lo que hacía que mi papá se levantara todos los días pensando: “Hay una persona nueva que puedo conocer, hay un ángulo nuevo que podemos tomar, hay una manera de reconciliar estos conceptos”. Era un optimismo que a veces, incluso, resultaba excesivo. Alguna gente decía que su optimismo era contagioso, pero para mí a veces era abrumador. De ahí procedían una energía y unas ganas de seguir haciendo cosas que eran imbatibles.

Alejandro: Yo creo que ese optimismo también tenía un lado estratégico. De los dos aprendí que la gestión de las relaciones forma parte también del mundo de los negocios. Entenderse con los dos extremos es parte de ser exitoso en el mundo de los negocios. Don Gustavo, por ejemplo, siempre te hacía sentir el invitado más importante de su casa. José Antonio hacía algo parecido: ¿te gustaba un vino? Pues llegabas a su casa y tenía ese vino, y lo había escogido por ti. Era una capacidad de generar vínculos emocionales. Y luego, claro, eso tenía una traducción profesional: les permitía exigirte una milla más.

Adriana: Tú les dabas una milla más, pero ellos luego te exigían dos más.

Alejandro: Totalmente. Eso era así.

Adriana: Aunque estuviesen contentos, te transmitían que les debías un poquito más. Eso era parte de su dinámica de trabajo.

Alejandro: Podías hacerlo muy bien, pero siempre te decían: “Podría haber estado mejor”. Pero era ese vínculo emocional lo que hacía que tú dieras más. En ese sentido digo que su optimismo, su curiosidad, también tenían un elemento estratégico. Te hacían sentir el más importante de la mesa, pero también te pedían más. Era un rasgo de los dos.
 

EL LIDERAZGO EN LA ERA DE LA POLARIZACIÓN

 
Adriana: El mundo siempre ha estado polarizado. Pero es cierto que eso está afectando también a nuestra generación. Sin embargo, desde el momento en que yo empecé a trabajar con mi papá, este siempre me obligó a entender el otro lado de la ecuación. Nunca me dejaba estar cómoda con lo que yo conocía. Siempre me decía que era importantísimo entender cuál era la alternativa, de dónde venía ese otro punto de vista, cómo lo veían tus competidores. Yo espero seguir teniendo la disciplina de querer siempre escuchar el otro lado de la ecuación.
 

Era importantísimo entender de dónde venía ese otro punto de vista, cómo lo veían tus competidores. Espero seguir teniendo la disciplina de querer siempre escuchar el otro lado de la ecuación.

 
Alejandro: Hay que aprender de liderazgos como los de don Gustavo y José Antonio. Pero tienes que desarrollar tu propia voz. Yo he visto cómo lo hacía Adriana. He aprendido de ella la manera en que ha generado su propia voz y creado su propio espacio. Y sí, ahora la polarización social es más visible porque existen las redes sociales. Vivimos en la dictadura de los algoritmos. Estos te dan lo que tú quieres ver y lo multiplican por cien y no ves más que eso. De ahí que haya que aprender de gente como ellos la importancia de leer los dos extremos y, luego, crearte tu propia opinión. Don Gustavo invitaba a todo tipo de gente a su casa, a intelectuales y periodistas, para escucharles y luego para crearse su propio criterio. Hay algo que yo nunca le he dicho a Adriana. Ella me ha ido contando cosas, anécdotas, que han hecho que yo haya envidiado su infancia, la manera en que estuvo rodeada de artistas o escritores. José Antonio también se rodeaba de esa clase de personas. Hemos sido afortunados de poder estar en muchos de esos foros de pensamiento, entendiendo que es vital poder entendernos, ser capaces de escuchar y poder crear consensos.

Alejandro Romero
Alejandro Romero
Socio y CEO Global de LLYC

Experto en Comunicación Financiera, Comunicación de Crisis, Marketing y Comunicación Corporativa, ha trabajado en los proyectos de comunicación de crisis más representativos de América Latina, tales como Pacific Industrial Bank y Bavaria, y la disputa accionarial por la cervecera Backus & Johnston. Ha asesorado a grupos económicos como el Grupo Santo Domingo de Colombia, el Grupo Romero de Perú, el Grupo Luksic de Chile, Empresas Polar de Venezuela o Grupo Financiero Uno en Centroamérica. Ha liderado tres de las 10 operaciones más relevantes en Latam, convirtiéndose así en uno de los mayores especialistas en M&A de la región. [España]

Adriana Cisneros
Adriana Cisneros
CEO de Cisneros Group y Presidenta de la Fundación Cisneros

Licenciada en Periodismo por la Universidad de Columbia y tiene un máster en la Universidad de Nueva York, además de haber cursado el Programa para el Desarrollo del Liderazgo en la Escuela de Negocios de Harvard. Como miembro de la tercera generación de la familia Cisneros, ha asumido un rol clave en la expansión del grupo empresarial, con un enfoque en nuevas líneas de negocio. Es CEO de Tropicalia, un proyecto de desarrollo turístico de lujo en República Dominicana, y es una destacada promotora de la responsabilidad social empresarial, liderando la Fundación Cisneros para mejorar la educación en América Latina. Además, forma parte de la junta directiva del MoMA PS1 y de la Latin America Board de la Universidad de Georgetown. [Venezuela]