Cuando pensamos en las enfermedades no transmisibles, nos imaginamos problemas de salud crónicos que afectan a las personas mayores con síntomas que incluso pensamos son propios de la edad. Sin embargo, de acuerdo con datos publicados por la OPS, las enfermedades no transmisibles afectan a todos los grupos socioeconómicos, edades y sexos.
Una tercera parte de las muertes por enfermedades no transmisibles, que incluyen cánceres, enfermedades cardiovasculares, diabetes y enfermedades pulmonares crónicas, se producen en personas menores de 70 años y aunque afectan por igual a hombres y mujeres, la mayoría de las muertes prematuras (es decir, aquellas que ocurren antes de los 70 años) se registran entre los hombres. En el caso de las mujeres, además de padecer estas enfermedades a menudo acarrea la carga adicional de ser las principales proveedoras de cuidados al enfermo.
En muchos casos, estas condiciones se pueden prevenir mediante la reducción de los factores de riesgo comunes, tales como el consumo de tabaco, el consumo nocivo de alcohol, la inactividad física y comer alimentos poco saludables. Por lo que podemos confirmar que no son enfermedades de ancianos y todavía existe el desafío de pensar en cómo nos acercamos a todas las edades para influir en su comportamiento frente a las ENTs.
Una comunicación efectiva: Influir para convertir
Existe una necesidad clara de que los gobiernos y otras instituciones puedan conectar de manera genuina con sus audiencias e inspirar un cambio de hábitos que pueda generar una mejora en su calidad de vida, a largo plazo.
En el siglo pasado la mejor manera de enviar mensajes era a través de los medios masivos como la radio, la TV y los impresos y solía ser de manera unidireccional. Aunque estos medios siguen siendo vigentes, hoy, gracias al internet, tenemos otras maneras de comunicarnos, como las redes sociales y medios digitales que son un eje no sólo para enviar mensajes de manera unidireccional como se hacía en el pasado, sino para establecer contacto y generar un diálogo con las audiencias.
Otra ventaja con la que contamos en la actualidad es con el gran cúmulo de datos que se generan cada segundo a partir de una conversación constante sobre un tema en específico. Hoy podemos conocer, analizar y usar los datos para conocer mejor a la audiencia, generar mensajes más efectivos y explorar territorios de conversación que nos permitan esa conexión necesaria para motivar y cambiar hábitos entre los pacientes y sus influenciadores, generando esa conexión necesaria para motivar cambios en hábitos que reduzcan los riesgos.
Esta conexión ya es ampliamente usada por las marcas y en comunicación social puede ser sumamente útil para influenciar bidireccionalmente a las audiencias. Cada vez más se usan los canales digitales para transmitir valores o incluso incidir en el journey de los usuarios y en definitiva influir.
Las personas quieren hablar con personas, la comunicación con instituciones puede parecer distante y poco influyente. La manera en que se diseñan campañas para prevenir riesgos, emitiendo mensajes unidireccionales, sin conocer a la audiencia y sin involucrarse en su espacio e identificando maneras de pensar y actuar no están logrando el objetivo de reducir los riesgos.
La pregunta es: ¿qué podemos hacer para convencer de la importancia de un cambio de hábitos?
La respuesta no reside en el qué sino en quienes. Es un asunto de todos, no de unos pocos. El poder reducir el impacto de las enfermedades no transmisibles, mejorar la calidad de vida de millones de personas y reducir el gasto en los sistemas de salud es un objetivo que se han planteado las organizaciones multilaterales como la OMS y OPS, además de otros organismos y algunos gobiernos lo han tomado con mucha seriedad. Sin embargo, para lograr un mayor impacto se requiere la participación de un mayor número de organizaciones, empresas y personas.
La fuerza del trabajo en equipo es urgente para actuar desde una perspectiva colaborativa, que incluya al mayor número de participantes posible y que haga uso de los datos que se generan diariamente para la creación de mensajes mucho más efectivos.
Además, se requieren nuevas asociaciones y nuevos esquemas de colaboración en un plan de implementación que mueva a la acción lo más pronto posible y que proporcione una respuesta más rápida a las personas que padecen estas enfermedades para lograr reducir los riesgos, la mortalidad y la mortalidad prematura. No se puede avanzar sin que el sector público y privado trabajen de la mano mediante alianzas para priorizar un trabajo centrado en la promoción y prevención de la salud: promoviendo hábitos y estilo de vida saludables mediante contenidos que generen interés y despierten la motivación de realizar un cambio para mejor.
Ana LluchConsultora Senior LLYC Healthcare Américas