-
TemáticasEconomíaInversión / Inversores
-
SectorInversiones y Servicios Financieros
-
PaísesMéxicoGlobal
“Durante los últimos 10 años, fue casi demasiado fácil generar retornos”, indicaba Marc Nachmann, jefe global de gestión de activos y patrimonios de Goldman Sachs, al foro de la conferencia SuperReturn International, celebrada hace unas semanas en Berlín.
La observación de Nachmann se refiere a los años de bonanza sin precedentes disfrutados por la industria del private equity a nivel global desde el 2010, apoyados en los dos factores que suelen presagiar abundancia para la industria: bajas tasas de interés y altas valuaciones en los mercados de valores.
Así, de conformidad con datos de Bain & Company, durante el periodo entre el 2010 y el primer semestre del 2022, la industria del private equity alcanzó máximos históricos, cerrando el 2022 con: (i) $654 mil millones de dólares ($654 billion USD) en operaciones de buyout; (ii) $565 mil millones de dólares ($565 billion USD) de salidas (exits); y (iii) $347 mil millones de dólares ($347 billion USD) de captación de fondos.
Sin embargo, en el dinámico mundo del private equity, la sabiduría popular nos recuerda que “todo lo que sube tiene que bajar”. Esta máxima resuena con especial fuerza en el contexto actual, donde el mercado, tras alcanzar máximos históricos, se enfrenta a una inevitable corrección.
Si bien las valuaciones en los mercados de valores se mantienen altas, la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) y otros bancos centrales del mundo comenzaron a subir las tasas de interés, disminuyendo el financiamiento barato y, con ello, las salidas y la captación de fondos.
En palabras de Scott Kleinman, Co-Presidente de Apollo Asset Management, «Los tipos de rendimientos disfrutados durante muchos años, ya sabes, hasta 2022, no los vas a ver hasta que el cerdo sea digerido por la serpiente. Y esa es simplemente la realidad de dónde estamos».
Hoy, tras dos años (2022-2024) de disminuciones en el número de operaciones y de rendimientos, la industria se pregunta si ha tocado fondo y busca generar momentum, buscando soluciones “micro” ante las complejidades que presenta el contexto macroeconómico.
Entre otras, la “excelencia operativa” fue una de las frases más repetidas en los ponentes de SuperReturn, haciendo alusión a la capacidad de los fondos de private equity de involucrarse y mejorar la operación y gestión de las empresas adquiridas, impulsando los márgenes y, en consecuencia, los retornos para sus accionistas.
Las empresas de México y Latinoamérica no son ajenas a este ciclo económico y, como Sísifo desafiando la gravedad, deben prepararse para el descenso tras haber tocado el cielo con las manos.
Además de los factores macroeconómicos, la industria del private equity en México y Latinoamérica se enfrenta a otros retos y desafíos particulares a su entorno.
Por ejemplo, en México, los cambios sociopolíticos se presentan, quizás, como el adversario más relevante del private equity. El viraje hacia la izquierda del poder político, acaecido en 2018, continuará al menos hasta el 2030 (además, con más fuerza política, al obtener prácticamente la mayoría calificada que necesitaría para empujar cualquier tipo de reforma constitucional) y con ello, nuevas preguntas.
En particular, una de las principales preocupaciones expresadas por los capitales tiene que ver con la potencial reforma al Poder Judicial de la Federación, donde se propone, entre otros, la elección popular de las ministras y ministros que conforman a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Lo anterior presenta un duro golpe a uno de los contrapesos institucionales que dio cobijo a la iniciativa privada durante el sexenio que termina este año, y permite anticipar o imaginar un escenario de incertidumbre política y económica que amaga con impactar negativamente la seguridad y certeza jurídica, indispensables para el florecimiento de una industria como la del private equity.
Si bien la virtual presidenta de México (quien tomará protesta el próximo 1º de octubre), ha dado pasos firmes para calmar las preocupaciones de los inversionistas (incluyendo el haberse reunido con alrededor de 500 empresarios poco después de su victoria electoral; el buen recibimiento público de su gabinete presidencial; y la presentación de su proyecto de “Prosperidad Compartida”), las preocupaciones a nivel político y económico se mantienen palpables.
Con todo, no nos parece que sea momento de encender las alertas, y aunque los rendimientos no sean los mismos ni, como dijo Nachmann, lleguen tan fácilmente como en la última década, será una época donde podrán prosperar los jugadores más osados, aquellos que encuentren las mejores oportunidades en el mercado e implementen las mejores soluciones operativas, logrando los mayores rendimientos para sus accionistas en el corto y mediano plazo y, quizás, estableciendo una presencia a largo plazo en el mercado mexicano y latinoamericano, que prometen una expansión importante en los próximos años y quizás, un retorno a los rendimientos extraordinarios vistos en la última década.
Santiago Ferrer
Socio de Cuatrecasas en México
Emilio Ruvalcaba
Asociado de Cuatrecasas en México