La prevención de la enfermedad y la promoción del autocuidado son dos pilares críticos en el sostenimiento de la salud individual y comunitaria. En concreto, y aunque se practica desde hace milenios, la OMS define el AUTOCIUDADO como «la capacidad de las personas, las familias y las comunidades para prevenir enfermedades, promover y mantener la salud y hacer frente a las enfermedades y la discapacidad con o sin el apoyo de un proveedor de atención médica».
En esencia, “autocuidarse” refiere al desarrollo de una actitud activa, formada y responsable con el propósito de mantener las mejores condiciones de salud posibles a lo largo de la vida y reducir los riesgos de padecer enfermedades que puedan ser evitadas o moduladas desde el libre albedrío individual.
Lógicamente, el cuidado individual y responsable de la propia salud se interconecta con la atención asistencial que gestionan las administraciones sanitarias como parte fundamental del denominado “Estado del Bienestar”. Esta interconexión se hace especialmente palpable en el desarrollo y cumplimiento del Calendario de Vacunación aprobado por el Consejo Interterritorial de Salud.
La vacunación es la piedra angular para evitar el impacto individual y colectivo de las enfermedades inmunoprevenibles y abarca todas las edades de la vida: desde embarazadas y bebés, a jóvenes, mayores y ancianos. Y aunque es justo reconocer que, en nuestro país, las coberturas vacunales en la edad pediátrica son motivo de orgullo nacional, no ocurre lo mismo con la vacunación en la edad adulta, un grupo de edad en el que la aceptabilidad de la vacunación se encuentra todavía muy alejada de los estándares óptimos marcados por las organizaciones de salud, tanto locales como internacionales.
Paradójicamente, el éxito de los programas de vacunación infantil en España nos ha llevado a la falsa percepción de que la prevención de enfermedades infecciosas mediante vacunación es cosa sólo de niños. Si bien es cierto que esta reflexión se justifica si pensamos en la polio, la rubéola congénita, la difteria o la viruela, la realidad se empeña en demostrarnos que enfermedades como la gripe estacional, el tétanos, el herpes zóster o la neumonía siguen suponiendo una carga de morbilidad y mortalidad sustanciales para personas de todas las edades y, en particular, para las personas de mayor edad o con condiciones de riesgo. Los más vulnerables.
Los programas de inmunización del adulto se han convertido en los últimos años en objetivo prioritario de las autoridades de salud pública en la mayoría de los países desarrollados. Las razones de este foco se objetivan en las previsiones de envejecimiento demográfico -casi el 40% de los españoles tendremos más de 65 años en 2050-, en las bajas coberturas de vacunación ya mencionadas y en las proyecciones de incremento de recursos que será necesario destinar para asistir, sanitaria y socialmente, a un porcentaje mayor de población sobreenvejecida y enferma.
Ante este panorama, se hace necesario reforzar la inversión en programas que impulsen la vacunación y favorezcan el conocimiento y comprensión de los mayores sobre el valor de las vacunas en su vida y en su calidad de vida. Programas que les permitan estar informados de los cambios, de cuáles son las vacunas que les corresponden y sus beneficios y de cuándo acudir a sus centros de salud para que les sean administradas.
Además, estos programas, fundacionalmente inspirados en la evidencia científica, podrían ayudar al encapsulamiento de las denominadas “fakes news” que en los últimos años han proliferado como espuma en nuestro sector. Desgraciadamente, la crisis de la verdad impulsada por los voceros de la conspiración degrada el esfuerzo investigador y la actividad rigurosa de las agencias de evaluación. Además, y mediante la generación de alarma social, cercenan el dialogo sosegado que ayuda a la resolución de cualquier duda razonable y la adopción de decisiones libres y formadas.
Frente a cientos de artículos publicadas en revistas científicas, cuya información es contrastada y revisada por pares, las esferas de diseminación de los bulos sobre vacunas se mantienen en el desprecio consciente de los hechos científicos usando la alarma y la mentira como elemento de cohesión tribal.
En el campo de la vacunología, el tiempo perdido y la inacción en desmontar ese cinismo que promueve un estado de las cosas en el que la verdad no importa, tendrá un doble efecto que se medirá en vidas humanas.
- Primero, por el agigantamiento de espacios propicios a brotes de infección mediante la quiebra del efecto protector y solidario de la inmunidad del grupo.
- Segundo, porque obligará a la utilización, de otro modo innecesaria, de nuestro arsenal de antibióticos, cada vez más exiguo y disfuncional. El uso no racional de estos valiosos medicamentos facilitará la aparición de resistencias antibióticas, o dicho en cristiano, numerosas bacterias cambiarán su estructura y dejarán de responder a los medicamentos.
En definitiva, es tiempo de hacer… de prevenir antes de curar… y esto es cosa de todos…
Ana Hernando Directora de Relaciones institucionales del área de vacunas de GSK