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En los últimos años, las tasas de trastorno de salud mental aumentaron considerablemente y esta adquirió un papel preponderante en la agenda de la salud pública. La Organización Mundial de la Salud define la salud mental como un estado de bienestar en el que cada persona puede desarrollar su potencial, afrontar las tensiones de la vida, trabajar de forma productiva y aportar algo a su comunidad. Es una situación emocional que ahora parece estar en juego para muchas personas en todo el mundo.
La pandemia intensificó el deterioro de la salud mental en la población, porque se sumó a otros determinantes y/o factores psicológicos, biológicos, sociales, económicos, geopolíticos y ambientales como la pobreza, la violencia, la desigualdad y la degradación del medio ambiente, que incrementan el riesgo de sufrir trastornos mentales.
Las autoridades sanitarias, algunas instituciones hospitalarias especializadas y médicos han declarado una crisis de salud debido al aumento de los trastornos mentales y a la falta de preparación de los sistemas de salud. A la vez, empresas farmacéuticas innovadoras en áreas como el sistema nervioso central han priorizado la innovación farmacológica para que la comunidad médica pueda ayudar mejor a sus pacientes con nuevos tratamientos especialmente enfocados en tratar la depresión, la esquizofrenia y la ansiedad.
El número de casos aumenta considerablemente, pero aún es posible revertir esta situación si se atiende como un problema prioritario de salud pública y se revisa el impacto que tuvo la pandemia en el incremento de los trastornos. Pero también es necesario diseñar una estrategia para enfrentar el problema desde una perspectiva de la comunicación. Vivimos una era en la que las redes sociales y los medios de comunicación tienen un rol cada vez más relevante en la construcción de opiniones, autoestima y comportamientos por su innegable conexión con las audiencias.
Para la transformación, será clave entender el problema, usar Big Data e inteligencia artificial para conocer mejor la conversación, diseñar e implementar planes de comunicación efectiva para no estigmatizar el problema y lograr que los individuos busquen ayuda. Y, sobre todo, diseñar políticas públicas, comunicar los avances en la investigación farmacológica y los recursos disponibles en los sistemas de salud.