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Que una empresa entre en concurso de acreedores nunca es buena señal, ni para la propia empresa ni como indicativo de la situación general que vive la economía de un país.
De acuerdo con las expectativas y previsiones de economistas de todo el mundo sobre la actual coyuntura socioeconómica, en el 2023 crecerá el número de empresas obligadas a entrar en concurso de acreedores.
En estos casos, una buena gestión de la comunicación es vital para mitigar los efectos negativos de estos procesos y controlar el riesgo reputacional que suponen.
Como en cualquier otra crisis, el plan de comunicación que se implementa determina la visión del público y los stakeholders sobre un issue. Por ello, aquí os dejamos las cinco claves principales a tener en cuenta en la comunicación en este tipo de procesos.
1. Comunicar las soluciones y medidas adoptadas (si las hay)
Generalmente, la razón detrás de un concurso de acreedores siempre es una situación de quiebra o insolvencia. Una de las grandes consecuencias al respecto es la pérdida de confianza en la empresa que experimentan los stakeholders.
Aunque siempre hay particularidades en cada caso, en general suele ser recomendable establecer y trasladar las medidas que se van a poner en marcha para la continuidad de la compañía con un plan de acción tan claro y definido como sea posible.
2. El administrador concursal: pieza clave también en comunicación
En una situación de concurso de acreedores, la ley obliga a disponer de un administrador concursal, el cual decide temporalmente sobre las decisiones de pago de las deudas contraídas por la empresa.
En esta situación, por tanto, la coordinación de las acciones de comunicación con el administrador deben estar siempre alineadas, y ha de existir una relación estrecha y permanente entre ambos. Además, el plan de comunicación que se establezca debe incluir a todos los stakeholders, no solo a los acreedores, por más que ese suela ser el foco de la gestión en estas situaciones.
3. Enfoque multistakeholder
Ahondando en este aspecto, mantener siempre una comunicación que tenga en cuenta a todos los públicos de interés y comunidades críticas para la compañía, como decíamos, es esencial.
Probablemente, en una escala de prioridades, los empleados sean una comunidad a la que prestar especial atención. Los empleados son los que soportan una mayor incertidumbre del proceso y a la vez aquellos más vulnerables a sus consecuencias, ya que ambos posibles resultados (pagar la deuda o liquidar la compañía) suponen cambios para ellos.
Por ello, pese a que hay que tener en cuenta a todos los grupos de interés (proveedores, clientes, instituciones…) los empleados deben ser lo primero en lo que se piense al comunicar.
4. Contenido y tono: las dos caras de una misma moneda
En este tipo de situaciones, en las que los mensajes son eminentemente racionales y técnicos, se debe intentar que el tono sea siempre lo más empático y conciliador posible, poniendo a las personas en primer plano y mostrando que existe preocupación por todos aquellos actores a quienes afecta el concurso, especialmente por los empleados.
Pero más allá del tono, hay que tener en mente que el contenido del mensaje es esencial, porque la empresa ha perdido confianza de sus stakeholders a causa del proceso. A nivel reputacional, también es una tarea importante tener en cuenta los errores que han conducido a esta situación y su posterior reconocimiento. Una vez se identifiquen los errores, se deben enmendar y comunicar de qué modo se han solventado, ya que suele ser un buen ejercicio para generar credibilidad y recuperar parte de la confianza perdida.
5. Elegir bien el momento
Hay diferentes momentos en los que trabajar la comunicación en un concurso de acreedores.
La apertura de concurso conlleva una serie de responsabilidades legales a cumplir y en este sentido ya implica comunicar. Antes del concurso, la actividad de la compañía debe estar enfocada a evitar que se produzca y a posteriori se debe establecer un plan de salida y analizar lo que ha llevado a la compañía a esa situación. La comunicación se convierte en una herramienta perfecta para transmitir honestidad y transparencia y facilitar el proceso.
Por otro lado, si la comunicación no se gestiona de forma adecuada puede perjudicar la reputación corporativa de forma irreparable. Es frecuente en estas situaciones ver cómo se intenta utilizar la comunicación para ganar tiempo o demorar el proceso, algo que a la larga, solo contribuirá a perjudicar el proceso y generar más desconfianza.
[Artículo realizado en colaboración con Carolina Rodríguez, Joven Talento del área de Issues Legales ]